A contramano de la sensatez

Ha querido el azar o el inconsciente que la convergencia noticiosa de dos hechos sin aparente relación entre ellos me haya evitado el habitual desasosiego ante la página en blanco y suministrado elementos para abordarlos como productos característicos de la quincallería ideológica que surte al populismo nicochavista. El primero de esos acontecimientos de tan graves implicaciones que las autoridades prefieren atribuirlo a especulaciones de un comodín bueno para cargar con todas las culpas, la derecha, o a escaramuzas psicológicas con fines conspirativos, inherentes a una guerra económica que libran contra fuerzas virtuales y espectrales enemigos etiquetados con descalificativos arrancados del espejo donde se miran los dueños transitorios de la nación atañe a las llamadas zonas de paz y a la deplorable capitulación del régimen ante bandas gansteriles y paramilitares autobautizadas colectivos; la segunda, concierne a una troika matriarcal anclada en un sesentoso feminismo de chancletas, tumusa y violín.No estamos en guerra contra Maduro, sino contra la policía, afi rmó con jactancioso desenfado y como si esta no fuese uno de sus brazos represores, un sujeto armado hasta los dientes que accedió a hablar con un periodista acerca de las actividades de la banda en la que milita y que, confi esa, ha acordado, por intermediación del hasta hace muy poco tiempo viceministro de Seguridad Ciudadana, José Vicente Rangel Ávalos, una en tente cordiale con pandillas riva les de igual vocación delictuosa cada una de las cuales es un piquete de hasta 200 combatientes bien apertrechados que hacen del barrio su vivac para enfrentar a los agentes del orden que, dice, cada vez que suben ¿? se meten a las casas, roban a la gente. Tumban las puertas. Se llevan DVD, blue rays, teléfonos, todo... No respetan. Así, porque les da la gana. Ni siquiera traen orden de allanamiento.Alegando esas razones, los grupos irregulares que operan en los bastiones de la pobreza gestionan una tributación basada en la venta ilegal de alcohol, el tráfi co de drogas, el cobro de peajes y vacunas, entre otros ilícitos, para fi nanciar sus miniestados y tropas de ocupación.Con la anuencia del José Vicente pitiminí, en las zonas de paz señorea la impunidad, porque es factible que, cediéndole espacios al crimen organizado, disminuya la violencia y se instaure lo que Roberto Briceño León llama paz criminal; pero, las que antes eran tierras de nadie, ahora son en realidad opresivos guetos...

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