Corrupciones españolas

Los españoles denuncian ahora con denuedo la corrupción de sus políticos. La prensa dedica centimetrajes de lujo al caso Bárcenas, extesorero del PP imputado por cohecho, fraude fiscal y blanqueo de dinero, que pagaba sobresueldos en negro a los dirigentes del partido y que tiene depositada, en una cuenta en Suiza, la bicoca de 22 millones de euros. Y en Cataluña siguen desenvolviéndose, cual interminable boa, los casos Pallerols y Palau, relacionados con la financiación de los partidos de la gobernante coalición de CiU. Estas corruptelas son aireadas por los principales medios con sede en Madrid y, si acaso, tratados con pinzas por la prensa del oasis catalán. Que por algo dícese que lo es: la omertà siciliana nada tiene que envidiar a la que, durante décadas, ha envuelto a los dirigentes catalanes en un muelle manto de complicidades y favores de ida y vuelta, tejido a cargo del erario público. Quienes rasgan la tela es verdad que no son mafiosamente enviados al otro barrio, pero sobre ellos cae la fulminante acusación de ser anticatalanes, cuando no fascistas españolistas. ¿A que así se entiende mejor el manoseo de los temas identitarios por la casta política local y sus ardores independentistas? En esas estábamos, cuando supimos de Amy Martin, la articulista sin duda mejor pagada de la historia, ya que cobraba hasta 3.000 euros por cada una de sus sabias reflexiones. Sabias y variadas: este prodi gio disertaba alegremente sobre cine nigeriano, la crisis de la Eurozona o la central nuclear...

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