Creer en el otro

¿Es posible pensar una democracia plena y sólida sin un tejido social amplio y vigoro so? Desde la época en la que escribió Alexis de Tocqueville para analizar la experiencia norteamericana, pasando por el estudio comparativo de mediados del siglo pasado de Almond y Verba, hasta llegar a las famosas conclusiones del profesor Robert Putnam sobre el caso italiano y los estudios de Ronald Inglehart sobre cultura y valores; es difícil considerar que una sociedad en la que no exista confianza entre sus ciudadanos y reciprocidad en sus acciones, pueda albergar en su seno valores que permitan una dinámica democrática más genuina y perdurable. En Venezuela, esta es una asignatura pendiente. No confiamos en el otro y tampoco somos muy proclives a participar en organizaciones sociales y comunitarias. Aunque paulatinamente a lo largo de las décadas este indicador ha mejorado en los estudios realizados en nuestro país Baloyra y Martz en la década de los setenta, Estudio Mundial de Valores en los años 1996 y 2000, Latinobarómetro en 2008, lo cierto es que somos unos sociedad mayoritariamente anclada en lo que se ha convenido en denominar el familismo amoral: creemos muy poco o nada en alguien que esté más allá de nuestros seres más cercanos. Prácticamente tres de cada cuatro venezolanos estamos en esa categoría. Aunque Latinoamérica se ha destacado históricamente por este rasgo, nos encontramos entre las naciones de la región donde la desconfianza entre nosotros se expresa con mayor intensidad. Nuestro asociacionismo es sumamente precario. En el mejor de...

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