Cristina y el golpismo

Tildar de golpista a un disidente es una vieja fórmula del autoritarismo. Es la modalidad elegida por la presidenta Cristina Kirchner tanto para desacreditar a sus críticos como para dar rienda suelta a un relato épico que disimule las falencias de su gestión. Lo grave de esta estrategia de comunicación presidencial es que no daña tanto a sus adversarios como a las propias instituciones y la imagen del país.Ninguna república donde su primer mandatario anda denunciando intentos de golpes contra su gobierno puede ser bien vista en el mundo. Incluso cuando esas denuncias, como en el caso de la Argentina, carezcan de fundamento alguno. Si bien las denuncias de Cristina han sido recurrentes, ahora recrudecieron por la Marcha del Silencio en homenaje al fi scal Alberto Nisman.Tras la multitudinaria movilización, la jefa del Estado expresó que esa concentración representó el bautismo de fuego del partido judicial, al que calificó como nuevo ariete contra los gobiernos populares. En su ataque, arrastró a fi scales y jueces, a empresarios y a los medios de comunicación.En su afán por desacreditar a los sectores críticos de su gestión...

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