Las cuatro reglas y mucho embuste

Las matemáticas son traicioneras. En los tiempos en que el vicepresidente ejecutivo, Aristóbulo Istúriz, estudiaba Historia en el Instituto Pedagógico de Caracas se necesitaba mucha memoria para los números y destreza para la contabilidad. Las batallas, expediciones, asedios y emboscadas no se estudiaban de manera documental y crítica, como les gustaba llenarse la boca a los presuntos discípulos de ese portentoso historiador que fue Federico Brito Figueroa, siempre más presuroso a odiar a la burguesía que a encontrar la verdad, sino que eran una lista de mercado: cantidad de cañones, fusiles, pistolas, lanzas, hombres, caballos, reservas de agua, días de viaje para llegar al campo de batalla, etc.Quizás de esos recuentos se deriva la animadversión por los números del muchacho de Barlovento y fue la causa de que transmutara su vocación histórica por la actividad política, con saltos dialécticos, y no tanto, hasta llegar a las filas del PSUV. Disciplinado y tratando de mimetizarse con las tecnologías a mano, que no tienen que ser modernas ni avanzadas, sino avasalladoras, se plantó ante las cámaras de televisión para transmitir un parte que en otros tiempos le correspondía a funcionarios de menos relumbrón, como el jefe de la OCI.La pobreza gráfica de las lá minas que aparecían en los dos o tres televisores de plasma que estaban a su lado, era directamente proporcional a la poca credibilidad de las cifras. Cuesta mucho creer, que en los 10 días...

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