Cuentos del abuelo

 Un día, estaba la familia reunida en un asado, y uno de mis nietos vino a preguntarme cómo era eso de que yo había señalado a Pinochet con el dedo, y que eso había causado un revuelo... Con esta introducción, el ex pre sidente de Chile, Ricardo Lagos, se dispuso a contar una anécdota durante la rueda de prensa de los tres ex jefes de Estado convocados por Banesco para el evento Palabras para Venezuela, que en esta ocasión llegó a su cuarta entrega. La conferencia de prensa se hi zo el sábado en la mañana, día en que tendría lugar el acontecimiento formal y, por cierto, multitudinario. Apenas unas horas separaron el encuentro con los periodistas de la presentación de la noche. Sin embargo, el tono fue distinto precisamente porque en presencia de los reporteros, los ex presidentes hicieron varios chistes Âcosa que evitarían más tarde y echaron mano de anécdotas para ilustrar las ideas que querían comunicar, expediente al que más tarde, delante de 4.000 asistentes, no apelaron. Esta cuestión de rellenar los discursos con cuentos es asunto al que se ha aludido mucho entre nosotros en los últimos años. Es sabido que los políticos deben dirigirse a audiencias diversas, con disímiles perspectivas de la vida, así como de niveles educativos y lexicales. Un relato siempre viene bien para movilizar la emociona lidad y establecer un vínculo entre el expositor y sus oyentes. Esto es irrebatible. Pero en Venezuela hemos sido testigos de un abuso de los relatos y las referencias autobiográficas trufando una alocución oficial, no porque el Presidente de la República lo haya hecho en demasía que sí, sino porque ha rebajado el poder de este efecto de vocería al emplearlo para crearse una épica personal, que para colmo no existe. Y ya no existirá jamás Âa menos que se agigante en la lucha con la enfermedadÂ. Los rodeos narrativos refuerzan un discurso cuando se apela a ellos para explicitar una situación compleja que requiere auxilios pedagógicos para su cabal transferencia. Pero cuando el cuento conduce a la calle ciega del auto bombo y la confección marrullera de un pasado glorioso, entonces pierde su eficiencia. Y peor: cansa y mueve a la desconfianza, como ocurre en Venezuela cuando Chávez se entrega a la ensoñación y...

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