El culto al muerto

Los poderes fácticos cons piran para que Nora Tele ven, lunes a sábado, 9:00 pm probablemente quede en el recuerdo como una buena telenovela, pero no una que marcará época como Por estas calles , de su mismo autor, Ibsen Martínez. Las palabras enmudecidas de la autocensura y un contexto en general restrictivo que incluye cuñas publicitarias de productos invisibles en los anaqueles constriñen la creación en televisión abierta.La participación de capital semilla internacional propicia, además de acentos anodinos, una pareja de protagonistas de dudosa aleación. Y sin embargo, es posible percibir el influjo de una pluma diferente.En exteriores reconocibles de una Caracas coquetamente fotografiada casi como una ciudad de un país normal se rastrean pistas que conducen a una posible crítica políticosocial.Una matriarca que idolatra a un muerto, un hijo que ha elevado a santo malandro se opone, a ella, una hija, la menos querida de la familia, que quiere salir de abajo con su propia empresa, abolir el conformismo rentista. Un prisionero con el privilegio de una celda cinco estrellas. La superioridad estratégica del hampa ante el Estado, porque ella carece de burocracia, como señaló en un diálogo Mingo Vidal el actor Iván Tamayo. La homofobia como apenas una de las expresiones de la discriminación. Una casa dividida por un muro de Berlín transparente, similar a ese punto del bulevar de Sabana Grande en el que se acaba el municipio Libertador y empieza Chacao.Una comuna socialista de cirqueros que se rige por ingenuidades como la importancia del ser, más que del tener.El gran personaje de Nora , por lo visto hasta ahora, es Daniel Moros Eduardo Victoria, un agente incorruptible de la ley que, en un pacto fáustico registrado en una escena desconcertante, vende su alma al diablo un poder sin rostro, o los que mandan de verdad a cambio de impunidad para la venganza pasional que ejecutará contra la heroína emprendedora y el ilusionista prófugo, variante del buen ladrón. Sus secuencias de sexo con Flor Luciana Sylveira, la hermana...

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