Dejarse arropar por la calma de La Guardia

¿Cómo llegar? Hay que tomar el ferry en Puerto La Cruz o Cumaná, pues no hay forma de que terminen de resolver en entuerto que tienen con el barco que trajeron de Nueva Zelanda para viajar desde La Guaira. La otra opción es volar desde cualquier parte y resolver luego la movilización en la isla. El encanto. Lo que más me gusta de este pueblito margariteño es su cercanía con el mar y el sonido de los cantos rodados --esas piedras redondas y blanquitas-que suenan cada vez que llegan y se retiran las olas. Estoy casi segura que es el único sitio en Margarita donde hay playas con canto rodado. En los alrededores no hay tiendas de puerto libre, tampoco buhoneros y las casas siguen siendo habitadas por familias de toda la vida. Para comer hay que buscar los lugares autóctonos, los mismo adonde acuden los lugareños. Es curioso que tenga dos iglesias, la de toda la vida --que aparece en la fotografía-y una más reciente. Aparte del sonido leve y arru llador de las playas, su otro gran atractivo es el bar Rincón Tropical, en la calle Guiriguire. Es una casa verde y naranja en una esquina al lado de la cancha, conocida popularmente como la casa de la Ñeca. Insólita. Una colección de cuanto se les ocurra de todos los tiempos: fotos, botellas, abanicos, mesas, sillas, espejos, trajes, maniquíes, sombreros, adornos, absolutamente encaramados unos sobre otros. ¡Es una maravilla! Al fondo queda el bar en el patio, con la barra enrejada, mesas que son rolas de enrollar cables y la asistencia de los locales. Se arman grandes saraos y en los carnavales --es decir ya-la Ñeca se esmera con sus disfraces. También me parece estupendo la cercanía con el aeropuerto, sin tráfico ni necesidad de entrar a Porlamar. Si andan por Juan Griego, es una maravilla tomar la vía de Taguantar, al lado del mar, que lleva hasta La Guardia y así se paran un momentico en Los Pueblos de Margarita. Los posaderos encontraron un buen sitio. Enrique fue capi tán de Viasa por años, descubrió La Guardia, se mudó para allá y con el tiempo convirtió su casa en La Posada del Capitán. En una ocasión lo visité, juraba que había cerrado, pero no señor. Ahí sigue y cada vez mejor y más entusiamado con el oficio. Es una casa maravillosa frente al mar, con piscina, 10 habitaciones y un ambiente muy familiar. Enrique asegura que lo único que le interesa es que las familias estén dichosas y lo pasen regio, así que inventó hacerle a cada grupo su cocina afuera con la brisa, para que resuelvan sus...

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