Democracia y autocracia militar

Ahora que celebramos el 54º aniversario del derrocamiento de la dictadura militar por un vasto movimiento civil y democrático, me parece oportuno recordar que el verdadero partido político de Hugo Chávez no es el PSUV. Siempre ha sido el constituido por sus compañeros de armas. Incluso en un momento tan comprometido como la intentona golpista del 4 de febrero, arrojó de su lado a los factores civiles que hasta ese día habían participado en la conspiración. No sirven para esto, fue su argumento. Desde entonces, la clara distinción entre civiles y militares ha marcado el carácter del régimen. Cierto que el fracaso militar de su golpe de mano contra la democracia el 4 de febrero forzó a Chávez a cambiar momentáneamente de estrategia. De ahí su aparente abandono de las armas al salir de prisión y su decisión de emprender la incierta aventura electoral para llegar a Miraflores. Y de ahí también su pasajero acomodo formal, al triunfar en diciembre de 1998, a las leyes de la democracia. Entretanto, se entregó de lleno a fortalecer sus bases sociales, a estrechar sus lazos con el mundo militar que iba creando y a despejar de obstáculos reales su camino hacia el poder total. Dos hechos hicieron posible que Chávez acelerara en 2002 su tránsito hacia el establecimiento definitivo de un gobierno abiertamente militar, la rebelión popular del 11 de abril y el paro petrolero que estalló en diciembre de ese año. Paradójicamente, gracias a estos dos sucesos, Chávez pudo profundizar la purga que venía llevando a cabo en la Fuerza Armada desde el primer día de su gobierno para conformar una estructura de mandos militares ciegamente leales a su jefatura y por otro lado asumir un control personal absoluto de la industria petrolera, cuyas inmensas riquezas le han servido de punta de lanza para fomentar su expansión política en el resto del continente, un objetivo que por supuesto satisface su vanidad personal, pero que sobre todo le garantiza a su gobierno respaldo continental en caso de peligro, y que manejada sin control alguno le facilita el financiamiento de sus costosos planes políticos dentro y fuera de Venezuela. Otra observación a tener en cuenta. A medida que Chávez avanzaba por ese laberíntico camino, su continua oferta de regalitos político-electorales envenenados le permitió...

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