Democracia enferma

Los arañazos, los amaneramientos, la burda estrategia de responder a lo que no se ha dicho mientras se elude graves señalamientos que han resonado con toda nitidez, todo eso quedará muy pronto en el olvido. Lo que permanecerá es el solitario gesto de un hombre proveniente de un pequeño y humilde país, que en su momento se plantó en el centro de un corro de poderosos y les echó en cara su inconsistencia y cobardía. Incluso, la destitución del car go, que se produjo de inmediato, refuerza el perfil del diplomático panameño Guillermo Cochez, quien el miércoles de esta semana se descarrió del rebaño de la OEA y acusó a los países de América de contemplar en silencio los diarios e impunes ultrajes a la Carta Democrática Interamericana, debido a que, según sus palabras, con aquello de que los intereses económicos y los objetivos políticos están por encima de cualquier principio democrático, por costumbre, comodidad o complicidad se ignoran selectivamente esas violaciones. Sin la protección de las pato tas internacionales y, como muy pronto se vería, ni siquiera el soporte de su propio gobierno, Cochez denunció que, en el seno de ese foro, hay cultores de dos tipos de democracia: la de ellos y sus amigos, y la de los demás. Y no se es democracia porque uno o unos así lo decreten, se es democracia cuando todos así lo reconocen. Era una necesaria introducción para pronunciarse con respecto al simulacro de democracia que hay en Venezuela, un naufragio institucional que se ha escenificado ante la mirada alcahueta de la OEA. Y fue en una sesión de ese organismo donde Cochez afirmó que Venezuela no exhibe una de las principales virtudes de todo sistema democrático cual es la rendición de cuentas, por las que los ciudadanos conocen del estado de la hacienda pública y de todo cuanto acontece en la estructura de gestión del Estado. Así mismo se ignora, recalcó Cochez, el estado de salud del mandatario nacional, en flagrante desconocimiento del derecho inalienable del pueblo de conocer los detalles de la enfermedad de su presidente... El Estado tiene la obligación de informar y punto; no hay lugar para discutir. No es invadir el plano privado de una circunstancia penosa, ni mucho menos atentar contra el régimen establecido; simplemente es evitar la zozobra asociada...

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