Demolición bicentenaria

El 14 de diciembre de 1999, en medio de los chaparrones inclementes de esos días y al calor de la campaña por el referéndum que aprobó la Constitución de la que ahora su gobierno quiere desentenderse, el presidente Chávez repitió la supuesta afirmación de Simón Bolívar durante los terremotos de 1812: Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. Hoy no sobra insistir en lo obvio: que no era como para tomárselo literalmente, que lo de la obediencia no se refería precisamente a la naturaleza. Once años después, el propio Gobierno no ha podido negar la pobreza de su respuesta de entonces. Por supuesto, no en lo de controlar la naturaleza, pero ni siquiera respecto a reaccionar de inmediato ante los terribles deslaves ni, en adelante, en cuanto a la seguridad de los habitantes de las zonas más gravemente afectadas. El tema de fondo era otro en 1999 y sigue siendo otro en estos tormentosos meses finales de 2010, aunque esta vez no haya habido desafíos retóricos a la naturaleza pero sí, muy concretos, a la sociedad que intenta mantenerse a flote. En efecto, rodeado por los de sastres provocados por las lluvias, padecemos anuncios de ocupaciones y expropiaciones paralelamente a la arbitraria, más no sorpresiva, aceleración del trabajo legislativo para aprobar las leyes que reclama la radicalización ordenada por el presidente Chávez. Como si su proyecto de reforma constitucional no hubiese sido rechazado en referéndum hace tres años, como si la voluntad popular no se hubiese expre sado electoralmente hace menos de tres meses al elegir una nueva Asamblea Nacional y ésta no estuviese por asumir en pocas semanas. Añadamos que la cuarta Ley Habilitante solicitada por el primer mandatario, porque no hay que perder tiempo, se presenta con...

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