Derribando murallas

Los nietos de George Romero asolan las marquesinas de la cartelera, a la búsqueda de carne fresca. Unos quieren morder el cerebro de la saga Cre púsculo para contagiarse de la fiebre amarilla por las parejas de terror y extraerle así una tajada a la torta del mercado. Otros corren con velocidad detrás de la ambulancia de Brad Pitt, a fin de reventar las taquillas de medio mundo. Cualquiera sea el caso, la plaga de los zombies regresa con la fuerza de una infección de verano explotada por las fobias del tercer milenio. Así llegan los estrenos de Warm Bodies y Guerra mundial Z , síntomas de las enfermedades sin cura de la civilización occidental: el apartheid, la intolerancia, la guerra civil no declarada, el caos ecológico y el declive de la autoestima por culpa de la eternidad del caos. Es lógico ver en ello una secuela de los fraudes, las frustraciones, los miedos y los estados de ánimo de la sociedad en quiebra.El muerto en vida siempre fue un arquetipo de las pesadillas del hombre confundido, del sujeto fuera de balance, a lo largo de la historia. Entre los sesenta y ochenta, interpretaron la enajenación de la cultura racista, consumista e integrista, al filo del apocalipsis.A veces saqueaban centros comerciales, a paso de tortuga, como una turba de miserables desposeídos de su dignidad por un poder corrompido. Por lo general recibían el plomo cerrado de los escasos supervivientes de la pandemia, a la espera de defender una última trin chera de normalidad. Era una típica cuestión ideológica de ellos o nosotros. Es la fase primitiva del género, la del esquema bipolar.Guerra mundial Z la reescribe en el año 2013, adaptando los criterios narrativos de la ciencia ficción clásica. La conservadora War of the Worlds de Steven Spielberg es un precedente para la nueva aventura...

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