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Descenso del Redentor

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Vincent

El Redentor descendió de su cruz y dijo a un creyente presidente que oraba de rodillas ante él, invocándole más vida, asegurándole que anda con él en una República petrolera del norte de América del Sur, y que lee la Biblia al levantarse, a lo Bertolt Brecht: Hijo mío, no seas tonto. Tienes que sincerarte. No seas engañoso. ¿Por qué mientes siempre? ¿Por qué andas disimulando? Esa doble personalidad te liquida. La somatizas, como te dijo el médico. Te recuerdo: hace veinte siglos que predije la paz, y la paz no se ha hecho en esa República. Predije el amor y continúas fomentando la guerra, el odio, entre ustedes; obominé de los bienes terrenales y se vanaglorian por amontonar riquezas. Dije que todos son como hermanos y tratas como enemigos a otra porción de tus compatriotas. Tú y otros actúan como déspotas, en el camino hacia la tiranía, y la muchedumbre se deja esclavizar porque los compras con migajas. Tú y ese combo son malvados; los demás, idiotas. Tú traficas, comercializas con el hambre de los pobres. No te conmueves ante su dolor y tribulaciones, los aprovechas para satisfacer tu insaciable y enfermiza ansia de poder. Si grande es la crueldad que los caracteriza a us tedes, mayor es la resignación, el miedo de los otros, pero la gente se cansa de tener miedo. ¿No crees que sufrir en silencio tiene un límite cuando se tiene la fuerza de la mayoría, del derecho, cuando la búsqueda de justicia es inagotable? No fue ese el sentido de mi prédica; pero tú y tus compañeros la han falseado. Yo vi el origen del mal en el autoritarismo y en su órgano el Estado centralizador, monopolizador, sobre todo cuando con las armas que les confió la República invaden fincas, edificios, empresas, cometen desmanes, encarcelas inocentes, se comportan como bárbaros. Por eso me persiguieron. Desconocí el poder de los Césares, como atentatorio contra la libertad humana, y por eso perecí en la cruz. Uno de mis más...

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