Desesperanza o reconciliación

Mientras muchos contemplan despreocupados el caldo podrido de las pasiones malévolas hervir en el caldero de la confrontación, las naciones civilizadas apuestan por la conciliación como el remedio para frenar el crecimiento del caudillismo e impedir el enfrentamiento social.Sociedades como en la que vivimos, fracturadas y en conflicto permanente, necesitan fórmulas políticas distintas, cónsonas con la época y no esas inmersas en utopías y doctrinas sectarias que impiden el logro de su desarrollo potencial en momentos históricamente favorables. Venezuela transita a velocidad de vértigo por el camino de la inseguridad. Lo hace por el sendero que conduce a los pueblos a ceñirse el dogal de la oclocracia, régimen que impone la turba en tropel, convertida en lumpen de conducta hamponil.Rectificar obliga a dejar atrás el pasado, sentar las bases del futuro en el presente, y hacerlo con la modernización de toda la sociedad. Hay que cambiar el modelo institucional y económico, confrontar seriamente la crisis de seguridad, salir de la trocha del miedo, temor que nos embarga con signos de un pasado incomprensible, que relata con caligrafía de mentiras unas fábulas de historietas populistas. Es imperativo marcar el sendero de la transición hacia la paz, la ruta al progreso, hacia una sociedad deliberante. Ha de ser una transición que borre las diferencias entre las dos naciones que hoy conviven en un solo país...

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