Desprevenidos en los refugios ante la llegada del cólera

Podría decirse que el cólera tiene las puertas abiertas en el refugio La Posada de Catia, en Gramoven. En el galpón, que alberga a 177 damnificados, no existe información sobre la enfermedad. Todavía no hemos dictado charlas. Pensamos hacerlo mañana. Estamos centrados en el problema del analfabetismo. Imagínate aquí hay 14 personas que no saben leer ni escribir, contestó R. M., colaboradora en la emergencia. Los síntomas del cólera son observados con cotidianidad en el refugio. Elena Hernández, de 70 años de edad, tiene naúseas, diarrea y fiebre. Creo que me cayó mal el almuerzo del viernes, pero eso es normal acá. El médico me dijo que tenía diarrea infecciosa. Ya me atendieron, pero rápidamente me mandaron de vuelta al refugio, declaró. Ella cuenta con dos litros de suero líquido, varias cajas de medicamento y una cubeta para depositar el vómito. Sus vecinos, quienes solamente están separados por una sabana, muestran preocupación por el estado de salud de la mujer. Aquí no hay médicos, debemos ir al CDI. Por eso yo prefiero llevarme a mis chamos y cocinarles afuera. La gente vive enfermándose de diarrea por la comida, afirmó J. R. Las normas de higiene son básicas en la cocina del refugio La Posada de Catia. Las cuatro mujeres, encargadas del área, afirmaron que se lavan las manos antes de coci nar. Somos voluntarias, pues también quedamos damnificadas, contaron. Ayer, prepararon pescado con bollos para el almuerzo. Y. G., de 20 años de edad, prefiere cambiar el pañal de su niño en la...

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