El día de la raza, pues

México y Brasil en el estadio Wembley de Londres, Salomón Rondón en Rusia. ¿Qué tiene en común? Para Venezuela, al menos, son las noticias de los últimos días. Aztecas o toltecas y brasileros van hoy por el hecho inédito, desconocido para ellos, de una medalla de oro que mucha falta les está haciendo, una luz olímpica de la que no han podido ufanarse. Con sus jugadores de lujo, su tesoro reluciente de alhajas jóvenes, Brasil tiene en Neymar, Oscar y Lucas la vida; México, en su tozudez y hombres Carlos Salcido, a un escuadrón no se deja torcer el brazo. Será un partido ardiente, bajo de marcador, en el que los valores del fútbol imposible de los astros del Amazonas tendrá que enseñar su arte ante un adversario que le ha salido al paso siempre. Después de todo, será el enfrentamiento eterno entre la improvisación ante la fiereza, la sutileza ante el empecinamiento, el buscar la felicidad con la danza ante la las virtudes de la lucha y el trabajo. En fin, una conquista para América Latina, una victoria para una raza que consigue en los Juegos Olímpicos una manera de decir que se está vivo en el mapa del mundo. ¿A quién va usted?... Y si el partido por la conquista mayor en los Juegos Olímpicos es un hecho noticioso, ¿qué decir del viaje a Rondón a Kazán? La gente, desconcertada, no le consigue explicación. Había ilusiones y sueños, y se veía al atacante venezolano con la camiseta del Chelsea, del Tottenham , de la Juventus, del Valencia. El juego del azar dio un giro, las vueltas de la vida hablaron de cosas impensadas, y Rondón probó que el hombre no es el dueño de su destino. Que se quiere pero no siempre se puede; que finalmente, el hombre propone y Dios dispone. Pero, como lo mejor es lo que pasa, habrá que olvidar las pretensiones y decir que Rondón, a los 23 años de edad por cumplir, tiene aún tanto por decir...

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