El dilema Maduro

Durante las últimas semanas he venido insistiendo en la necesidad de un diálogo político del chavismo con los otros. ¿Objetivo? Tratar de alcanzar un gran acuerdo nacional entre todos los factores de poder para brindarle a Venezuela la oportunidad de encauzar su rumbo hacia un clima de normalidad que permita resolver en plena paz los gravísimos males que la aquejan.Lamentablemente, desapareci do Hugo Chávez, en su movimiento se ha desatado una lucha sorda pero virulenta por el poder entre un sector que entiende la conveniencia política y existencial de entablar un cierto modus vivendi con la oposición, y una tendencia radical, empeñada en obstaculizar cualquier soplo de brisa con que alguien intente despejarle el horizonte al país. Son los mismos que insisten en borrar de la faz de la Tierra a quienes ellos llaman derecha fascista, y cuyas más recientes y concretas manifestaciones, además de la continua ofensiva del peor lenguaje posible, han sido el tristemente célebre episodio de la paliza que le propinaron a diputados de la oposición en la Asamblea Nacional, la reacción fuera de orden y lugar de Diosdado Cabello cuando se produjo la entrevista Santos-Capriles en Bogotá, el cerrojo comunicacional que de manera implacable se acaba de cerrar con la compra de Globovisión, FM Center y la Cadena Capriles, o el ilegal procedimiento de divulgar públicamente los audio de Mario Silva y, hace pocos días, de una conversación telefónica entre María Corina Machado y el historiador Germán Carrera Damas. Además de contrarias a los propios intereses de la revolución, estos excesos colocan a Nicolás Maduro en una situación paradójicamente insostenible. Mientras más poder aparente intenta demostrar, mayor es su debilidad.El principal efecto de esta si tuación es que los venezolanos cada día nos sentimos más forzados a recurrir a la paciencia extrema para soportar la experiencia de vivir permanentemente en un estado de crispación general.Un espinoso sendero que tarde o temprano nos llevará a la catástrofe. Peor aún, porque cada vez son más los chavistas que tienen la certidumbre de que la gobernabilidad de Venezuela se encuentra en peligro, y sólo por temor a feroces descalificaciones ideológicas o simplemente por inercia, guardan silencio, contribuyendo así a crear un excepcional ambiente de confrontación y guerra a muerte que impide la conquista de una obligatoria normalidad política y social.Este riesgoso e inestable equi librio...

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