Dilma Rousseff

Ayer, una mujer ascendió al poder en Brasil. Es un cambio notable y un signo de la modernización y del avance político de la nación.

Imposible imaginarlo en el Brasil de los generales y de la represión militar. Dilma Rousseff es hija de un inmigrante búlgaro y de una maestra de escuela de Minas Gerais. No es una mujer improvisada en los afanes de la política.

Tiene el récord de haber combatido la dictadura que se estableció férreamente entre los años 1964-1985, (cuando Venezuela rompió relaciones con los militares). Dilma Rousseff los enfrentó resueltamente, combatió en la clandestinidad y fue hecha prisionera y torturada.

De modo que es una mujer que sabe lo que es vivir bajo un régimen autocrático que niega los derechos humanos y cercena la libertad de las personas. Experiencias que no se olvidan y que, a la hora y punto de ascender al poder, son cartas credenciales que inspiran confiabilidad.

Con estos antecedentes, Dilma fue elegida presidenta de Brasil. Tiene 62 años de edad, es divorciada y tiene una hija. Ya es abuela. Fue escogida por Lula contra las ambiciones de otros líderes del Partido de los Trabajadores. Lula tuvo suficiente influencia como para que la candidatura de su ministra de la Presidencia

no fuera cuestionada ni fuera interferida.

No asciende a la presidencia sin experiencia, a dar palos de ciego, ni a ensayar con teorías ajenas. Fue ministra de la Casa Civil, una especie de jefe de gabinete, y su capacidad de organización y de trabajo, su sensibilidad social y su energía personal, la consagraron ante los brasileños como una gran opción para ser jefe de Estado, en un momento de extraordinarias perspectivas...

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