Diógenes y las camisas voladoras

La mitología de Diógenes Escalante ingresó en el teatro, y lo ha hecho de manera excelente. Ja vier Vidal escribió un texto, Diógenes y las camisas voladoras, que define como un teatro de no ficción, mas no histórico. Autor y actor, representa al personaje con el dominio y el profesionalismo que lo consagraron hace ya tiempo, y que tuvo un momento culminante en Ac tos indecentes, la gran obra de Moisés Kaufman, en la que hizo el papel de Oscar Wilde con especial talento. Ha transitado por el ensa yo, la biografía, la crónica y la novela, ahora el teatro Âdice Javier, al referirse al doctor Escalante complementa la mitología cotidiana de un personaje de nuestra historia injustamente arrinconado. No hay, en efecto, mejor palabra para referirse al protagonista que mitología. De la historia, el personaje tachirense pasó a la biografía y a la novela. Ramón J. Velásquez relató los episodios de 1945 de tal manera que dibuja al hombre y al suceso en que se vio envuelto con tonos que van del drama a la tragedia, sin que por ello se evada una cierta ironía en medio de la sorpresa y del suspenso desatado por la enfermedad de la persona que parecía hacer el milagro de unir el agua y el aceite en la política venezolana. Maye Primera escribió una excelente biografía de Escalante y Francisco Suniaga la afortunada novela El pasajero de Truman. El embajador de Venezue la en Washington había sido amigo del senador Truman. Éste solía visitarlo en la residencia de Massachusetts, y de tarde en tarde se tomaban unas copas. Entonces el senador de Missouri no sospechaba que el azar de la política le tenía reservado el ascenso a la Presidencia de Estados Unidos. Él, en cambio, había estado muy cerca de la de Venezuela. En 1931, Juan Vicente Gómez lo tuvo entre ceja y ceja cuando decidió sustituir al doctor Juan Bautista Pérez, y en 1941, López Contreras quiso hacerlo presidente, pero se lo impidieron los generales gomecistas que veían como traición a la patria que un civil, aunque tachirense, fuera presidente de Venezuela, e impusieron al general Medina. El azar, en una palabra, lo ha bía alejado del poder. Y, ya en el ocaso, cuando las ambi ciones cedían su lugar a la displicencia con que se ven a la dis tancia los juegos de la política, la tentación regresó con una fuerza inespera da. 1945 marcó el momento más singular de la mi tología de Diógenes Escalante como can didato a la Presidencia de la República. Diógenes era el mejor amigo de Eleazar López Contreras...

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