El documental vive un boom tanto en taquilla como de crí­tica

No se puede encajonar la belleza de la danza en un formato bidimensional, para ello hace falta el cine 3D. Wim Wenders esperó por esta tecnología durante años para rendir tributo a su amiga, la bailarina y coreógrafa Pina Bausch. La cinta, de impresionante calidad estética, fue la apuesta alemana para la categoría Mejor Película Extranjera del Oscar, pero finalmente competirá en la de Mejor Documental. La obra pone en la palestra tres tendencias: los cineastas han puesto sus ojos sobre el mundo de la danza (Cisne negro obtuvo cinco postulaciones al premio de la Academia en 2011), el 3D da para mucho más que recrear mundos ficticios de superhéroes y el género documental vive uno de sus mejores momentos. Hasta hace algunos años el documental era una especie de Cenicienta del cine, pero ahora es frecuente que realizadores consagrados lo usen para contar sus historias. El boom comenzó entre cineastas independientes, como Morgan Spurlock, que en 2004 realizó el experimento Super Size Me, sobre la epidemia de obesidad en Estados Unidos. La cinta recaudó más de 28 millones de dólares y forzó a McDonald's a ofrecer opciones saludables en sus menús.

El fenómeno más notable es el de Michael Moore, que ganó notoriedad con Roger y Me, que muestra las consecuencias sociales del cierre de la planta de General Motors en Flint, Michigan. Luego realizó Bowling...

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