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¿Y es para dos?

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Vincent

Son estrechos los límites que separan la preservación respetuosa de un símbolo, del fetichismo; y la conservación de un cuerpo a nombre de la historia, del cultivo de una actitud necrófila o la ambición de un caudillo; y la constatación abre espacio para al menos decir algo acerca del sentido y la validez de tales cultos. Las llamadas momias no son necesariamente de faraones egipcios con bandas de tela enrolladas hasta en el último resquicio corporal, ni encerradas en sarcófagos herméticos. No, son cuerpos expuestos para la veneración pública en ataúdes más bien estuches de vidrio; y no en simple apego a rituales milenarios, sino muestras contemporáneas de fanatizada pleitesía generalmente a déspotas con delirios de posteridad, que así lo imponen. Expresión de ello lo es el mismo Fidel Castro, triste ejemplo de momia senil ambulante y parlante. Si miramos algo de historia nos encontramos con Mussolini pasando de su figura en bronce al cuerpo colgado en un poste, las colosales estatuas de Mao retiradas de sus pedestales, las de otros líderes derribadas en Europa Oriental por pueblos enardecidos, mientras la conservación aumentó con las técnicas de momificación, así Eva Perón fue llevada de un lado a otro por su enamorado general, Stalin y Lenin eran vistos en sus urnas de cristal por un largo desfile diario de personas, e imaginemos cómo será con los ayatolas y sus miles de fanáticos religiosos. En 1992 una pregunta era qué destino aguardaba a los restos de Lenin, y si dados los cambios políticos, sería atendida su voluntad inicial de ser enterrado junto a su madre y su hermana en el cementerio de Volkivo. En una fecha patriótica el presidente Chávez ex presó dudas acerca de la causa real de la muerte de Simón Bolívar y anunció investigaciones al respecto. De entonces a hoy ha habido la insólita profanación de su sepulcro e irreverente manipulación de sus restos mortales, la construcción de un costoso...

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