Los dos relojes

Si uno clasificara a Venezuela en tres esferas de su realidad la económica, la social y la política el diagnóstico no es igual para todas. Lo económico marcha mal, y amenaza con ponerse peor. Lo social involuciona a un ritmo de deterioro tan vertiginoso como inédito.Solo en el campo político están ocurriendo cosas en dirección contraria. La clave, sin embargo, está en que estos tres mundos se mueven a velocidades diferentes.Esta inevitable diferencia de ritmos ha venido a convertirse hoy en una severa amenaza.Porque existe el riesgo de que la tragedia social avance a un paso tan acelerado de pauperización que no dé chance a que las soluciones que se están construyendo desde la esfera política arrojen los frutos deseados. De hecho, no existe hoy en el país un peligro mayor y más temible que el riesgo de que lo social pueda desbordarse y no espere las respuestas que afanosamente se trabajan desde el campo de batalla político.Frente a esta peligrosa ame naza, se le presentan tanto a la Mesa de la Unidad Democráti ca como al resto de los venezolanos algunos retos cruciales.En el caso de la alianza, lo primordial aunque es más fácil escribirlo que hacerlo es intentar darle norte claro y cauce inteligente al inmenso sentimiento nacional de cambio.Al mismo tiempo, hacer lo posible para que esa demanda de cambio no se frustre o se desvíe contra la propia gente, bien sea por desesperación o por caer involuntariamente en las trampas de un gobierno agónico necesitado de errores contrarios que le den oxígeno.Hoy por hoy, el partido polí tico más grande del país es el partido de los descontentos.Y la principal fortaleza de la MUD es actuar como cara política del país en demanda de cambio, como vanguardia política del descontento. Desde esa posición de vanguardia, su preocupación prioritaria es cómo conectar con su base de apoyo, que es precisamente la inmensa legión de descontentos y sufrientes.No se trata de la ingenua conseja de intentar dirigir la conflictividad social, que es precisamente la expresión conductual del descontento. Ello no solo es políticamente inconveniente sino además inútil, pues la conflictividad tiene su propia y...

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