El drama venezolano

¿Acaso se fastidia Venezuela? Eso sería una buena noticia. Fastidiarse es algo metafísi co. Pero no, más bien es otra la ola del alma: descendió al infierno de la desesperanza. Las cifras económicas, las encuestas, la inseguridad, la tozudez gubernamental, el contraste de ingresos petroleros inigualables en medio de la pobreza, la ocupación de otros países, nos hace uno de los más desesperados de América Latina.Y esto es más patente cuando sabemos que somos el país de Bolívar, Andrés Bello, Gallegos, Andrés Eloy Blanco. País increíblemente bien dotado por la Providencia una revista francesa editorializaba en estos días y lo definía como el más rico del mundo. Que me citen otro más engreído, imposible.Desde hace tiempo ha sabido reír, sobre todo de sí mismo y cuando se trata de ridiculizar nuestra identidad, nuestra dificultad para ser. Los almacenes se vacían, los servicios no funcionan, la economía languidece, hay todavía reservas, pero pareciera que volvemos por terquedad ideológica del Gobierno a la época de los carros que prendían con manilla, aún así, se espera ver si el chofer accionará esa manilla. Pero falta algo, no tiene batería, no hay electricidad.¿Entonces, qué les pasa a los venezolanos? Después de haber disfrutado mal que bien los años democráticos, eligieron la presunta mano dura de Chávez, deseo heredado del colonizador, murió y despertaron sumergidos en la cultura del caos, la ficción, el cinismo, se montó otro que no se cansa de repetir que es un obrerochofer, pero sigue castigando al pueblo, a su sangre, invocando y engañando libertadores, pero sobre todo se engaña a sí mismo. Va todo el tiempo de retroceso y muy extraviado. Se mira mal en el espejo de Chávez. Está perdido, pero también nosotros. No hemos podido dominar nuestra naturaleza, somos pura contemplación. Deberíamos releer la Odisea de Homero y seguir la lección de Ulises, quien fue el primer dominador de la naturaleza, alienador de las diferencias, cosificador. Deshizo los mitos durante su largo viaje de regreso a la isla Ítaca donde lo esperaban su esposa Penélope y su hijo Telémaco. Y cómo se enfrentó al cíclope...

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