Ecos: la palabra y su doble

Salta a la vista que el agua y la muralla son las imaginaciones tutelares de los dos primeros poemarios de la jovencísima Camila Ríos Armas. Pues bien, quiero hacer válida la oportunidad de presentar su tercer libro para ofrecer la siguiente impresión de lector: que la presencia de lo líquido y lo pétreo en sus dos títulos iniciales A dos aguas y Mura lla intermedia nos anuncia, más que la pura invocación de dos imágenes o símbolos pre-existentes, el despliegue de un acendrado proceso de imaginación o de simbolización, de compromiso con la procreación personal de lo imaginario, de lo simbólico. En efecto, pienso que la flui dez y la solidez titulares de las primeras criaturas de Camila se sustentan en la propia vocación de simbolizar, en el designio de asumir la simbolización como fuerza decisiva del poema. No sólo por la naturalidad con que, en cada caso, dichas figuraciones elevan a la potencia simbólica su propio significado; sino porque con ello hacen palpable su vocación de erigirse, en sí mismas y ante las demás instancias del poema, con la triple finalidad de delimitarse, delimitarlas y vincular unas a otras. Es su manera de responder al impulso de intermediar, de prestar el servicio de los puentes, tal como se percibe en los poemas del primer libro publicado, y como se ratifica en Ecos, el que hoy comienza a publicarse. A pesar de que A dos aguas se mantiene inédito, su sola denominación congenia con Muralla intermedia en un sen tido que no se contradice con el hecho de que uno invoca la fluidez del líquido más terrestre, y el otro, una tenaz separación humana. En ambos casos hay duplicidad y hasta ambivalencia, pero también exacta mediación, impulso de ser y estar entre. En una y otra instancia el aura simbólica palpita, en medio o al lado de cada una de las aguas, o erguida en cualquiera de las dos mitades de la separación amurallada. Por lo que respecta a esta úl tima, la del primer libro conocido de la autora, el punto de partida bien pudiera ser la brevedad sin bordes de este verso: Se siente el latir de la existencia, pues a partir de allí van apareciendo sesgos mediadores que unas veces optan por la afirmación Las flores muertas en el jarrón / no son olvido // Son imagen de un recuerdo / escapado del silencio; y otras veces prefieren confesar Muerdo el anzuelo / que dejaste extraviado / en mi conciencia o se limitan a constatar: el viento entra / rozando la mano / que provoca el movimiento. Ahora bien, al llegar a Ecos, el...

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