Elogio del 4 de febrero

El pasado miércoles 25 de enero, apenas dos días después de haber pasado una vez más por alto el aniversario del derrocamiento de la dictadura perezjimenista y el renacer de la democracia en Venezuela, Hugo Chávez regresó al Patio de Honor de la Academia Militar en Fuerte Tiuna, escenario cada día más habitual de sus actos políticos y único lugar tal vez donde se siente seguro y feliz de verdad, para fijarles a los militares venezolanos su nueva misión dentro de lo que él llama proceso bolivariano. Textualmente, y haciendo uso de su condición de comandante en jefe, les ordenó enardecido: Sigamos impulsando la revolución militar venezolana. ¿Qué quiso decir Chávez al mencionar esta nueva e inaudita circunstancia de nuestro más que nunca enigmático universo castrense? Antes había repetido el latiguillo de su discurso de las últimas semanas al reiterar que un corte radical divide en dos a la sociedad, de un lado la burguesía y el imperialismo, y del otro, él, redentor errante del pueblo, resuelto a impedir que la burguesía canalla y el imperialismo salvaje vuelvan a apoderarse de Venezuela. ¿A eso se refería Chávez al arengar a la tropa? En todo caso, ese fue el signifi cado real del discurso que leyó el señor teniente Ramos en nombre de sus compañeros de promoción, sin levantar ni por un instante la mirada de un texto escrito quién sabe por quién. La lectura la comenzó citando a Eduardo Galeano, ¿lo habrá leído?, a mitad del camino recordó, ¡por favor, teniente!, el árbol de un montón de oscuras raíces, y al final, con falso fervor casi religioso, invocó a Ernesto Che Guevara para luego levantar la cabeza, mirar directamente al frente y proclamar a los cuatros vientos lo que bien puede ser la nueva doctrina militar venezolana según la delirante versión de Chávez: Independencia, patria socialista, antiimperialismo y revolución. Esa es la razón de ser del hi perbólico y continuo elogio de Chávez a un 4 de febrero que lo único épico que tuvo fue su famoso aviso de por ahora, justificación retórica de su rendición sin disparar un tiro. Y precisamente para eso servirá, 20 años después, el desfile militar que se prepara, bajo la nada inocente dirección del general en jefe y ministro de la Defensa, Henry Rangel Silva, quien inexplicablemente sigue siendo comandante del CEO y, por lo tanto, del Plan...

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