Elogio de las horas muertas

Es conocida la historia de la conversión al cristianismo de Agustín de Hipona, san Agustín, el autor de Las confesiones, en un jardín de Milán en el siglo IV d.C. Pero vale la pena recordarla. Es una bella historia, independientemente de que tengamos fe o no.Las confesiones ha sido pa ra mí un libro de cabecera, al que he vuelto una y otra vez, en distintos momentos de mi vida, una extraordinaria obra literaria, un hito de la larga y apasionante historia del autoconocimiento en Occidente. San Agustín, hombre de intensa vida sensual e intelectual, buscador insaciable, desgarrado entre sus ambiciones humanas y el anhelo de una vida perfecta, buscó una tarde la soledad de un jardín para estar solo, tal vez para tomar distancia de lo que lo angustiaba. Allí ocurriría el acontecimiento que cambiaría su vida para siempre.Me lo imagino sentado de bajo de una higuera, sintiendo esa opresión a la altura del esternón que experimentamos cada vez que nos acosa el sinsentido o el vacío, la náusea diría Sastre. De pronto escuchó la voz de un niño que parecía cantar en latín, y que probablemente jugaba en el jardín de al lado. La voz decía: tolle, legere toma, lee. Era el inocente refrán de una cancioncilla, pero Agustín interpretó esa voz como una interpelación directa de Dios y abrió el libro de las Epístolas de san Juan que lle vaba consigo, y más que leer ya lo había hecho antes fue leído por las sentencias de la Escritura. De ahí se desencadenó su súbita conversión: un Agustín moría y otro nuevo nacía.San Agustín dice: No qui se leer más, no fue necesario; pues apenas leídas estas sentencias, fue como si un rayo de certeza se hubiera difundido en mi corazón y todas las tinieblas de la duda se disiparon.Solo un jardín, silencio, la voz de un niño, un libro: y sucede un acontecimiento de inmensas proporciones, que tendrá consecuencias no solo en la vida de un hombre, sino en toda nuestra civilización, pues el pensamiento de Agustín dejó enormes huellas en la historia del Occidente cristiano.Y eso ocurrió en una de esas horas que solemos llamar horas muertas: ellas son un paréntesis entre el...

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