Un embuste a dúo

El 16 de noviembre, el gobernador del estado Carabobo, Francisco Ameliach, afirmó a través de Venezolana de Televisión que el diputado Miguel Cocchiola, candidato de la Unidad Democrática a la Alcaldía de Valencia, había huido del país con rumbo a Miami.

El anuncio del gobernador estuvo aderezado con toda suerte de injurias, imputaciones infundadas y procaces descalificaciones.

Pero lo de Ameliach era una mentira de marca mayor, un embuste del tamaño del lago de Valencia.

Horas después fue secundado por radio y televisión por el señor Maduro, hombre acostumbrado a sacarle el cuerpo a la verdad como lo demostró con sus patéticos relatos sobre sus encuentros y entrevistas con quien todo el mundo sabía estaba más allá que de acá, y que, privado del habla e incapaz de mover un dedo, poco podía comunicar a su sucesor, quien, con el más tieso de los semblantes, llegó a jurar que había sostenido reuniones con el comandante hasta por 5 horas seguidas.

Luego del sepelio del jefe de la revolución, el señor Maduro reveló que el comandante se le aparecía en forma de pajarito y le silbaba algunos consejos. Los venezolanos, debido al luto nacional, respetuosamente no sonrieron pero a más de uno le pareció esta revelación poco seria.

Lo cierto es que el candidato Cocchiola se había ausentado del país por razones familiares y, tal como lo prometió, regresó el martes 26 dejando con los crespos hechos a quienes apostaron por su fuga. El regreso, celebrado con entusiasmo por los partidarios de su candidatura, fue opacado por la deplorable actuación de quienes ordenaron militarizar el aeropuerto de la capital carabobeña, evidenciando así el poco respeto con pueblo al que dicen representar.

La cuestión Cocchiola es...

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