El emergente

DETROIT

El viento que cruza el Comerica Park hace que la sensación térmica, en una noche con ocho grados Celcius, sea de sólo tres grados. Jugar así no es humano, puede pensarse. Y realmente, muchas cosas se dificultan con el frío. La noche del tercer juego, sentados en el palco de prensa auxiliar, al aire libre, en el left field, apenas podíamos escribir. Tardamos casi dos horas en poner en la pantalla de la laptop los 2.000 caracteres que debíamos redactar sobre Miguel Cabrera, el premio Hank Aaron y el pitcheo inaugural de Magglio Ordóñez, una tarea que normalmente nos requeriría 20 minutos, en condiciones normales. Una vez le preguntamos a Wilfredo Ledezma sobre eso. Acababa de lanzar en la Serie Mundial de 2006 y le tocó hacerlo nada menos que bajo una llovizna, en San Luis, con cuatro grados de temperatura. Uno no piensa en eso, aseguró el monticulista guariqueño, casi encogiéndose de hombros. Uno se mantiene caliente, lanzando. Puede que sea una jactancia, puede que no. Pero Grégor Blanco no está de acuerdo. Los bateadores tenemos ventaja en esas condiciones, aseguró. Los pitchers tienen dificultad para agarrar la pelota con tanto frío. Ryan Vogelsong hizo como Ledezma: desestimó la helada. Y vistos los resultados, casi seis entradas en blanco, puede que tenga razón. Una vez lancé en el Wrigley Field, en un clima parecido...

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