El emergente

Luis Sojo asomó ayer algunos nombres de peloteros que pueden completar el roster de Venezuela para el Clásico Mundial y de inmediato se desató un candelero de opiniones en las redes sociales. Es normal. Se trata de la selección nacional del deporte con más seguidores en el país y del torneo más importante que haya disputado la Vinotinto desde los tiempos de la Serie Mundial amateur, que los Héroes del 41 y sus sucesores conquistaron tres veces en la década de los cuarenta. Será interesante ver cómo el estratega maneja esta vez las críticas y si lo sucedido en 2006 y 2009 le ha dejado un aprendizaje. La fanaticada, él lo sabe, siempre va a decir algo y más en este caso, porque, como apuntamos al momento en que fue ratificado como piloto, el técnico petareño tiene un crédito menor en la opinión pública porque, sencillamente, no está tomando el cargo hoy. Esta es su tercera tentativa de conquistar la corona. Es lógico suponer que habría más paciencia si el timonel fuera Oswaldo Guillén, Alfredo Pedrique u otro más. A Sojo y al comité organizador venezolano les conviene calmar las aguas, que este tema, que ningún otro, inicie una escalada en los medios, a pocas semanas de reunir a la novena en Florida. La animosidad que pueda surgir en contra del dirigente llegará también a los peloteros a través de sus parientes y amigos, y nada peor para un grupo en una competencia tan exigente que salir al combate en tensión y con la idea de que una parte del país no le desea bien. Conocemos pocos casos paranoides que además hayan sido exitosos en el diamante, más allá de Barry Bonds. La estrategia de control de daños debería incluir una vocería única que explique con la mayor coherencia posible por qué, por ejemplo, Mario Lisson ya tiene un lugar en la selección nacional y José Altuve, Alcides Escobar y otros bigleaguers no. Por qué, si hace falta un utility, Lisson es elegido en lugar de...

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