La encarnación

Esta semana se cumplen dos meses exactamente de la partida del presidente Chávez a Cuba y el país no ha podido escucharle ni siquiera un Aló. Nos muestran documentos y puntos de cuenta hechos en la Cancillería cubana o en el Departamento América, e intentan hacernos creer que el Presidente los elabora y los firma, pero hasta que no aparez ca en un video o escuchemos su voz tronante y errante tendremos el derecho de creer lo que sea, por más descabellado que parezca: desde el secuestro por parte de los hermanos Castro que no lo han dejado ver ni por Lula da Silva hasta la presencia del embalsamador papal en La Habana, Massimo Signoracci, que estaría preparado al bate para practicar su oficio. Resulta desconcertante que un ser que sufre de incontinencia verbal se halla sumido en el silencio más absoluto, como si ya hubiera entrado en la eternidad. El mutismo presidencial ha permitido, a través del uso desmedido del aparato mediático gubernamental, bajo directrices cubanas, crear el mito. El culto mágico-religioso ha penetrado en la psiquis de miles de personas, que se creen objetos de encarnación, cuando no es más que un acto inconsciente de sumisión y humillación, refrendado con la frase Chávez soy yo estampada en franelas terciadas incluso con bandas presidenciales. Todo un disfraz. En víspera del Carnaval sería importante que se cayeran las máscaras. Tragedia permanente Resulta de un cinismo maca bro que el ministro de Relaciones Interiores, Néstor Reverol, responsable de la seguridad del Estado, ante el asesinato de un hijo del dirigente político Claudio Fermín, a manos del hampa común, les endosara al gobernador de Miranda y al alcalde del municipio Sucre la culpa por el incremento de la inseguridad. El ministro no tuvo escrúpu los en politizar la tragedia que enluta al dirigente político y a esa madre ejemplar, la comunicadora Yesmín...

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