La enfermedad

Las situaciones a las que pueden llegar los seres humanos por cuestio nes de fe son increíbles. La Biblia está llena de historias de sacrificio que, vistas desde el escepticismo, del sentido común, no son menos violentas que los casos policiales difundidos a través de los medios de comunicación. Sin embargo, cuesta creer que el doloroso relato de la protagonista de la película Camino esté inspirado en un hecho real acaecido hace poco más de dos décadas: el de Alexia González-Barros González, una adolescente criada en los valores del Opus Dei que profesaba su familia y que pasó el último año de su vida aceptando, ¡agradeciendo a Dios!, los rigores de un tumor maligno que se le alojó en la columna vertebral.

Alexia tenía 14 años de edad cuando murió. En diez meses fue sometida a cuatro largas intervenciones quirúrgicas que, no obstante, fueron incapaces de detener el avance de su enfermedad.

En ese tiempo, su fe, y sobre todo la fe de su madre, le impidieron derramar una lágrima de desesperación, de inconformidad, de rabia.

La chica fallecida, que hoy es sometida a esos racionales exámenes que decidirán su beatificación, rezaba una y otra vez: Jesús, yo quiero ponerme buena, quiero curarme, pero si tú no quieres, yo quiero lo que tú quieras.

Camino es el nombre del personaje que representa en la ficción a Alexia. Y Ca mino es la película con que el director madrileño Javier Fesser El milagro de P. Tin to sienta en el banquillo de los acusados, no tanto la devoción de la joven, sino un sistema de creencias, de doctrinas religiosas, cuya desquiciante ortodoxia puede convertir a sus seguidores en seres sin competencia para alcanzar la felicidad e impedidos de cambiar las más crueles realidades que se les presenten. Digamos, el opio del que hablaba Tsetung...

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