La enfermedad

Desde el Palacio de Miraflores, asomado al "balcón del pueblo", la tarde del viernes 13 de abril, un Presidente visiblemente agobiado, dominado por terribles emociones, se dirigió de pronto al presidente de la Asamblea Nacional, y le pidió que convocara a los diputados para que lo autorizaran con urgencia a ausentarse del país por tiempo indefinido. A la mañana siguiente, la Asamblea se reunió y tal como fue solicitado, el jefe del Estado obtuvo la licencia deseada y, al parecer, necesitada. En la tarde del sábado viajó a La Habana, sin detenerse en Cartagena de Indias como había sido informado por los medios oficiales. En la VI Cumbre de las Américas el Presidente era también esperado, aunque estaría apenas unas horas. En un hotel de la ciudad, ya un equipo de médicos enviados desde Caracas y Cuba tenía preparado lo que allá describieron como "un pequeño hospital".

Total, el Presidente viajó directamente a La Habana, y todo aquello debió ser desarmado. Ahora no tendrá los apremios del regreso, las visitas un poco absurdas y fatigantes que estaba obligado a hacer para cumplir el mandato de no ausentarse más de cinco días sin el permiso de la Asamblea. Estas visitas lo sometían a pruebas de resistencia contraproducentes, las cadenas y las reuniones de Gabinete, productos de su deseo de estar siempre presente y al control de la situación.

Es obvio que esto ocurra, porque el Presidente ha impuesto un estilo de gobierno unipersonal que lo ata y le estorba el cuido de su salud. Esta es la prioridad, y el Presidente la ha desatendido, como ha desatendido, según propia...

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