La enfermedad del fanatismo

Me imagino una ciudad inmensa...podría ser Nueva York. ¿Qué hacer allí dentro? Una sola cosa: vender y comprar mercancías o imágenes, lo que viene a ser lo mismo, porque son símbolos planos, sin profundidad.... Julia Kristeva: Las nuevas enfermedades del alma, p. 35. Un fanático es una persona inhabilitada en una amplia proporción para fun ciones básicas como pensar, crear, ejercer la crítica, tener opinión propia y actuar autónomamente. Cuando esta anomia se hace fenómeno colectivo estamos en presencia de una verdadera tragedia para toda iniciativa de convivencia democrática, para el fortalecimiento de la ciudadanía, para que la multitud se posicione autónomamente de la gestión de la sociedad. Cuando el fanatismo se en tremezcla con religión y política nos enfrentamos a un revoltillo ideológico-político sencillamente letal. Hoy observamos con gran normalidad las aberraciones de Estados confesionales, de partidos directamente religiosos, de universidades definidas por su naturaleza religiosa, de medios de información expresamente identificados con sectas de variada procedencia. Todo ello revela la dificultad mayor de desarrollar la conquista moderna consistente en la neta separación entre el Estado y cualquier iglesia, entre las legítimas inclinaciones religiosas de la gente y la manipulación de los aparatos eclesiásticos en el seno del espacio público. Esta perversión de Estados confesionales se combina con modalidades más sutiles en las que las prácticas y discursos religiosos se asumen de hecho como ingredientes del desempeño público del Estado. Ello es de suyo muy preocupante y lo es más aún cuando la deriva del fanatismo político se ve legitimado por las incrustaciones de iglesias y sectas que deberían permanecer en el estricto ámbito de la vida privada. El delirio ciego de las muchedumbres no tiene remedio. Los niveles de irracionalidad son variables. Dependiendo de los ámbitos donde nos fijemos, el fanatismo político constituye un campo de manipulación donde los argumentos han sido desplazados por el griterío, las buenas razones ceden el paso a las pasiones histéricas, las empatías psicológicas...

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