Ernest Hemingway siempre coqueteó con la muerte

En la mañana del 2 de julio de 1961, Ernest Hemingway se dio un tiro en la cabeza. Ese mismo mes hubiera cumplido 62 años de edad. Cuando informó de lo sucedido a la prensa, su esposa, Mary Welsh, dijo que la muerte había sido accidental y que había ocurrido mientras el escritor limpiaba el arma. Pero no fue así. Hemingway, a pesar de sus maneras simpáticas y de sus ocurrencias chistosas, era alcohólico y depresivo. El suicidio es un tema recurrente en sus libros. Le venía de familia, porque una tía suya se quitó la vida cuando él todavía era un niño. El autor oriundo de Illinois engrosa ahora la lista de escritores suicidas, junto con Sylvia Plath, Emilio Salgari, Yukio Mishima, Virginia Wolf y David Foster Wallace, entre otros. Para sustentar la versión de Welsh, muchos allegados a la familia de Hemingway señalaron que el disparo que lo mató no podía haber sido hecho por él mismo, pues el ángulo de la trayectoria de la bala lo ponía en duda y no había una nota suicida. Con el tiempo, sin embargo, la hipótesis de que el escritor se quitó la vida fue aceptada. No era de extrañar. En los días previos a su muerte, se sabía que la salud del autor estaba en declive: los doctores de la Clínica Mayo de Rochester le habían dado de alta luego de dos meses en los que permaneció hospitalizado tratándose la presión arterial alta y lo que un médico clasificó de un viejo caso de hepatitis. La muerte como obsesión. El escritor nacido en 1899 recibió su primera carabina a los 12 años de edad y no parecía probable que hubiera cometido un error fatal limpiando un instrumento con el que estaba tan familiarizado. Las armas eran su pasión y desde joven aprendió el daño que podían hacer, porque participó en las dos guerras mundiales. Después de esas...

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