¿Es posible la paz con las FARC?

Frente a la cuestión de la paz, mi posición ha sido siempre la misma: no podemos rendirnos jamás a la necesidad, la urgencia, el anhelo de acabar con esta guerra entre colombianos que nos desangra, que retrasa nuestro desarrollo, que nos impone la pena de muerte, la tragedia como destino, que limita todos los derechos fundamentales, empezando por el de vivir libres del miedo. No podemos renunciar a la obligación de legarles a nuestros hijos un país mejor, que no esté supeditado al terror, un país en el que la civilidad nos reúna de nuevo. En ese sentido, el Presidente de la República tiene el deber de hacer todo lo que tenga a su alcance para honrar el derecho constitucional a la paz. A la ultraderecha hay que pedirle que primero se mire las manos que no consiguió lavarse durante el autoproceso de paz con las AUC, a pesar de las verdades que rápidamente se olvidan y de la impunidad que se autoriza como certificado de que aquí no pasó nada y de que las masacres, el horror y el desplazamiento ocurrieron a espaldas de todos. Al Gobierno hay que recordarle que no puede negarse a escuchar los hechos, ni interpretarlos al acomodo de los buenos deseos. Un ejemplo es el del recluta miento de niños y niñas y el incremento de la mano de obra infantil en el sector de la economía ilegal, directamente controlado por grupos armados al margen de la ley y bandas criminales, cifras desbordadas, ofensivas...

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