Soy escritora pero siento necesidad de expresarme con otros lenguajes

Cuando era niña Pau-la Parisot Rio de Janeiro no pensaba en ser escritora, pen saba en ser pintora, quería pintar y dibujar siempre. Su formación académica apuntó en esa dirección: estudió Diseño Industrial en la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro y fue becaria de la New School University en Nueva York, donde cursó una Maestría en Bellas Artes. Pero los caminos de las vocaciones son escarpados y zigzagueantes. Todo escritor debe comenzar por una vía: la lectura. A los 13 años la abuela de Parisot la acercó a la lectura y a su maestro literario. Fui a vivir en la casa de mi abuela, por problemas familiares. En la casa de ella había una biblioteca muy grande. No había lugar en la casa para que yo durmiera, entonces colocaron mi cama en el medio de la biblioteca. Y me quedé a vivir allí por casi dos años. Cuando llegué allá no tenía hábitos de lectura, pero mi abuela leía mucho y se indignaba y decía `cómo es que esta niña no lee?. Ella comenzó a decirme que tenía que leer y me daba libros. Yo leía pero no con placer, no con pasión. Un día mi abuela me dio un libro de Rubem Fonseca, llamado Feliz año nuevo. Lo abrí una noche y lo devoré, no dormí. Quedé asustada con lo que estaba leyendo, era muy moderno, muy cercano. Antes mi abuela me había dado clásicos, cosas que creo que una niña de 13 años no comprendía bien. Pero Rubem es un clásico muy moderno. Quedé fascinada. A partir de entonces y a través de sus libros descubrí el placer de la lectura. Al convertir el hábito de leer en placer, la escritura vino de forma natural e inconciente, estimulada por las ganas de contar. Para Parisot el oficio de escritor era algo mayor. Y, como si se tratara de un cuento o una historia fantástica, su admirado escritor apareció para ayudarla a asumir su vocación. Siempre me gustó escribir diarios, escribí diarios de mi vida desde los 14 años hasta los 26. En esos diarios habían historias de mi vida, y cosas que yo inventaba. Fui escribiendo y escribiendo, pero me parecía que ser escritor era una cosa mayor, que no era para mí. Pero siempre escribía. Y comencé a escribir una novela. Un día conocí a Rubem Fon seca en la calle. Lo abordé diciéndole `tengo una novela?. Él me trató muy mal, porque lo perseguí en la calle risas. Quería mostrarle lo que había escrito. Quería saber si era bueno o no. Era mi héroe literario y descubrí que vivía muy cerca de la casa de mi madre. Yo no estaba segura de que Rubem Fonseca era Rubem Fonseca porque no había...

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