El espectáculo portátil

E n el libro titulado Los Diarios de Emilio Renzi , alter ego de Ricardo Piglia, el por tentoso escritor argentino cuenta una anécdota de sus 16 años, cuando cortejaba a Elena, una estudiante con la que cursaba el tercer año de bachillerato. Un día caminaban por la calle y ella le preguntó qué estaba leyendo. Él, que no estaba leyendo nada realmente trascendente como para deslumbrarla, recordó que había visto días atrás en la vidriera de una librería un libro que le llamó la atención. Era La peste, de Albert Camus. Entonces le dijo: estoy leyendo La peste. Y ella, emocionada, le preguntó: ¿Me lo prestas?.¿Qué hizo Piglia o Renzi? Cito textualmente: Me acuerdo que compré el libro, lo arrugué un poco, lo leí en una noche y al día siguiente se lo llevé al colegio. Había descubierto la literatura. Piglia acota que el libro particularmente no le gustó, le pareció demasiado alegórico, profundo, pesado, pero esa noche, y son sus palabras, algo cambió ... Pienso a veces, si no hubiera leído ese libro, o si no lo hubiera visto en la vidriera, o si ella no me lo hubiera pedido, no estaría aquí. Ese aquí es una obra memorable, un lugar rotundo en la literatura latinoamericana. Ese aquí es un hombre que testimonia que llegó a ser quién fue por los libros que leyó.Y esta anécdota podría ser un buen comien zo para hablar de las distintas formas que tienen los libros de llegar a nuestras vidas e iniciar su proceso de sedimentación. Siempre funciona invocar a algún autor prestigioso y dejar caer el brillo irrebatible de sus palabras. Pero estamos en Venezuela, donde la normalidad ha sido expulsada de sus fronteras. Estamos en una república en caída libre donde hoy sucede en su territorio insular, en su asfixiado paraíso turístico, el milagro de una feria de libros, a pesar de todo, a pesar de tanto.Quizás muchos venezolanos se preguntarán cuán prioritario puede ser una feria de libros en este momento tan estremecedor que vive el país.¿Por qué ocuparnos de ensayos, novelas, poemarios, cuando tantos venezolanos están sumergidos en el oprobio de la escasez, la violencia y el hambre? Justamente, porque también estamos viviendo una pavorosa escasez de insumos culturales, porque el Estado ha convertido al verbo en violencia y porque la incesante diáspora y el deterioro de nuestras instituciones educativas han generado una descapitalización severa de conocimiento. Porque hay hambre en el cerebro también. He allí lo medular de un evento como la Feria Internacional...

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