Espectadores silenciosos

Nuestra angustia vi-tal, nuestro país, nuestra cuna primaria, han querido convertirla en un vaudeville de fonda de mala muerte. Y sus autores, entiéndase la casta política criolla, han logrado cautivar, cual Delia Fiallo repotenciada, a una audiencia significativa. Destacan los pensantes, aquellos que miran, reflexionan y ex presan sus más entusiastas encomios a los creadores del bodrio que se pretende soportemos estoicamente. Voces adustas nos echan en cara a quienes alertamos sobre el desastre y exigimos que al menos la justicia alguna vez sea una realidad nacional.También hay quienes pretenden ser mordaces o juegan a ser irónicos, sin comprender el papel de viejas celestinas que juegan en tan infausta puesta en escena.A ese irreductible club de seguidores de las estrellas en cuestión no les importa que la Fiallo haya sido superada años ha por José Ignacio Cabrujas, Salvador Garmendia, Julio César Marmol y Boris Izaguirre, entre muchos otros. Ellos aseguran que Cristal, Leonela y Esme ralda son la mejor demostra ción de lo que es la verdadera manera de hacer televisión; y que La dueña, La hija de Juana Crespo y La dama de rosa son veleidades de unos comunistoides que aprendie ron a hacerle guiños a Konstantin Stanislavski gracias a las musarañas importadas por Enrique Porte al mundo actoral venezolano.Hay momentos en que me siento como si fuera un vecino sonámbulo que se da cuenta de que a lo lejos se desarrolla un fuego que amenaza con incendiar las casas...

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