Esperamos que el caso no sea un archivo olvidado

Acompañada por amigas y mujeres de la familia, Suhelia Santander relata con dolor la situación que vivieron al enterrarse de la muerte de su hermano Reykjavik Santander Rodríguez, de 32 años de edad. El jueves pasado en la noche, vestido con su uniforme, Reykjavik regresaba de un juego de softball en la urbanización 23 de Enero, deporte que practicaba desde su adolescencia. Iba acompañado de su novia, Rocío del Valle Coronado, y de un amigo y compañero de equipo, Carlos Eduardo Fuentes Cova. El grupo se desplazaba por la avenida José Ángel Lamas cuando observaron tres cadáveres en el pavimento; sin embargo, no se detuvieron más de unos segundos. Acto seguido, cuatro motorizados, entre ellos dos policías, comenzaron a seguirlos y a dispararles. Una de las balas lo alcanzó en la cabeza y manejó hasta donde pudo, antes de chocar contra una casa en la entrada del barrio Los Eucaliptus. Debido al impacto, los veci nos salieron a auxiliarlos y simultáneamente informaron a la familia. Al acercarse a Reykjavik notaron que ya estaba muerto. Lo siguiente fue como una película, no lo podíamos creer, dijo su cuñada, María Eugenia de Santander. Varios hombres que se iden tificaron como agentes del Cicpc rodearon el automóvil y con amenazas verbales, insultos y mostrando sus armas trataron de impedir que los familiares se acercaran a ver a Santander. Hasta dispararon tiros al aire y tuvimos que salir corriendo, refiere. Los vecinos fueron de mucha ayuda en el momento, todos conocían a Reykjavik, que esa noche no pudo cumplir con su rutina de dejar a su novia, llegar a su casa, estacionar el carro e irse a dormir, cuenta. Aún vivía con sus padres en el sector El Túnel, callejón Santa Elena. Era el menor de cinco hermanos...

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