Una esperanza

Vas caminando y, de pronto, en mitad de la ciudad comienzan a aparecer enor mes fotografías en blanco y negro. En cada una de ellas está el rostro de alguna mujer. No son modelos. No las has visto antes en alguna publicidad de la televisión. Ni anuncian cosméticos ni promocionan loterías. No venden nada. Sólo están ahí, inmensas, detenidas sobre un muro, mirándonos. Son 52 madres, unidas por la fatalidad de haber perdido uno o varios hijos a causa de la violencia. Según cifras oficiales, en los últimos 10 años han muerto de manera violenta en el país 155.000 personas. Las cifras no oficiales dan pánico. Ya no hace falta estar bajo un conflicto armado para vivir en un campo de batalla. El asesinato ha comenzado a formar parte de nuestra normalidad. Por eso existen estas muje res, estos retratos que alcanzan, en algunos casos, hasta 5 metros de alto. Por eso existen sus miradas. Heinrich Böll creía que las guerras no terminan nunca. Que aunque se acaben, no terminan. Las heridas siempre permanecen. En los ojos de todas estas mujeres se reescribe esa frase. Míralas. Ana Mercedes Argüeyes, perdió a su hijo Robert Alexis 20 años en 2003. Carmen María Sánchez, perdió a su hijo Henry hace más de 20 años. Dayana Suárez, perdió a su hijo Gustavo 18 años en 2000. Julia Ferrero, perdió a su hijo Juan José 27 años en 2011... Y así, una tras otra. Ojos tras ojos. Hasta sumar 52. Que tan sólo son una pequeña muestra. Una mínima imagen de la difícil estadística de miradas heridas que tiene el país. El proyecto se llama Esperan za www.esperanzavenezuela.com y forma parte de una iniciativa mundial, originada en Francia hace años, que trata de transformar imágenes comunes en experiencias artísticas, para lograr sensibilizar a las sociedades con respecto al tema de la violencia y el respeto a la vida. Quienes asumieron la idea en Venezuela convocaron a fotógrafos como Roberto Mata, Elisa Cardona, Nelson Garrido o Luis Brito, entre otros, para colaborar con un registro de imágenes que proponen el difícil viaje del miedo a la esperanza. El camino para lograr ese tránsito pasa por la despolarización. Esa también es una de las emergencias del país: superar la simpleza de las versiones extremistas de la realidad. El país de los radicales sólo existe en los foros de Internet, entre el anonimato y los insultos. La...

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