El esplendor de San Petersburgo

Andrés Rojas Jiménez

El esplendor de San Petersburgo

"Su Majestad ha gastado en comprar muebles cerca de 100.000 rublos, dignamente en mi opinión, pues es una de las más perfectas cosas que contiene el Hermitage y si fuésemos a hablar de lo bien acabada que está cada pieza, sus adornos en bronce, no acabaríamos". El texto en cuestión lo escribió Francisco de Miranda en su Diario de Viajes tras su llegada a San Petersburgo en marzo de 1787. No pasó mucho tiempo para que el precursor quedara gratamente impactado no sólo por lo que vio en uno de los museos más importantes del mundo, sino también porque disfrutó de las construcciones, monumentos, jardines, canales y en general de la vida alrededor de la familia real. "Me dirigí hacia allá a la hora señalada, quedando aturdido de cuántas bellísimas casas o palacios de campo se encuentran sobre este camino", escribió Miranda sobre uno de los paseos que hizo desde el centro hacia las afueras de esta ciudad ubicada al noroeste de Rusia, en la desembocadura del río Neva y las costas del mar Báltico. La urbe fue fundada a principios del siglo XVII por el zar Pedro El Grande para convertirla en "la ventana de Rusia al mundo occidental", y desplazar a Moscú como capital y centro financiero de esa nación. El esplendor de la nueva ciudad se extendió por dos siglos, hasta octubre de 1917 cuando la revolución bolchevique desplazó a la monarquía, le restituyó a Moscú su lugar como capital de la nueva Unión Soviética(URSS), y como una manera de borrar el zarismo se decidió que San Petersburgo debía llamarse Leningrado, por supuesto en homenaje a Lenin. Después del colapso de la URSS en 1991, se convocó a un referéndum y 54% de los peterburgueses decidieron restituirle el nombre a su ciudad así como las denominaciones que tuvieron sus calles durante el tiempo previo a la era comunista. En la actualidad ese esplendor de la época zarista se ha convertido en el principal atractivo turístico de la ciudad, al punto de que no resulta extraño conseguir en las calles o en los lugares turísticos con actores disfrazados de emperadores. Por supuesto, los hombres emulando a Pedro El Grande, y las mujeres siempre vestidas y maquilladas como si fueran la mismísima emperatriz Catalina La Grande, sobre todo en sus años de madurez cuando habría tenido enredos amorosos y sexuales con Miranda, según unos cuantos mal hablado de la historia.

Precios y temperatura. San Petersburgo no es precisamente una ciudad barata, pero en...

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