Estancia de amor iluminado

Título perfecto, Efraín Subero mostró con él sus primeras dotacio nes para la poesía. Su mejor intención fue el amor. Su más grande factura, una incandescencia oferente de luz. La obra del año 1956 vuelve a estar con nosotros. Esa Estancia de amor ilumi nado Gobernación del Es tado Nueva Esparta, 2007, ilustrada por Alirio Palacios y con prólogo de Francisco Salazar Martínez, hace jardines con Tagore y Plateros con Juan Ramón. La secuencia luminosa de la fragua amatoria apunta su tránsito. La semántica se esclarece en el trayecto de sus propias palabras: hallazgo, elegía, sosiego, ausencia, crepúsculo y cita. Poesía y verdad se entrelazan sin credulidad y sin altanería: El rocío en el pétalo,/ el pétalo en tu mano,/ ¡tus manos en las mías!. El ancla de los versos es el infinito. Un poema lo con quista clamando al cielo los distintos cielos. Lámparas de amor levantado como el mar: Cielo para los ojos de todos los amantes./ Cielo para los ojos de todos los creyentes./ Cielo para las balas de todos los guerreros. Para las travesuras de todas/ las estrellas./ Cielo para el color de todos los pintores./ Cielo para las vanas acrobacias del viento./ Cielo para la vieja vanidad de la luna./ Cielo para calzar las botas de los ángeles./ Cielo para el ensueño./ Cielo para el dolor./ Cielo azul para el éxtasis./ Cielo hasta para el hombre, sencillamente hombre. Mares encrespados buscando la luz: Cielos con luna llena./ Cielos con lunas pálidas, con mutiladas lunas./ Cielos con lunas vagas que las distancias llevan./ Cielos para saber del alma de los lirios, de la magia del verso,/ de la génesis del dolor. La belleza del sosiego alimenta la actividad de este lenguaje que hace poesía de la...

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