Los eternos perdedores

Una fría tarde de diciembre del año 2011 conocí, en la librería PequodLlibres del barrio de Gràcia, en Barcelona, Catalunya, al escritor argentino Antonio Tello (nacido en Villa Dolores en 1945). Él estaba presentando un libro y la inteligencia de sus reflexiones así como la soltura con la que hablaba me llamaron la atención. Al finalizar su presentación entablé con él una amena conversación.

Escritor del exilio, Tello había publicado, con la Editorial Candaya, una recopilación de cuentos escritos entre 1968 y 2009: El mal de Q .

Apenas iniciar mi lectura fui testigo de la desolación de un paisaje conformado por imágenes y palabras que me agobiaron y asombraron. Los personajes, hastiados por una cotidianidad vacía y rutinaria, anhelan, luchan, buscan en vano, encuentran lo que no hay que encontrar o no hacen nada sino observar y ser observados.

Perdido el rumbo, caídos víctimas de la gran trampa del mundo se asemejan a los personajes kafkianos. Los de Tello son, más bien campesinos, resentidos, prisioneros, perseguidos y gauchos que habitan la pampa, la provincia y hasta un moribundo que cae de bruces frente a la estatua de Frederic Soler en Barcelona.

Sus personajes también son guerreros del pasado o constructores de catedrales, de utopías, encerrados en una inmensa realidad que los encarcela y donde no hay horizontes, sólo un vacío exasperante, una espera inútil.

Y acá recuerdo las palabras de Shakespeare: "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos"..., y tengo ganas de agregar: "y nosotros somos los eternos perdedores".

Los personajes de Tello parecen desechos, acaso las ruinas del antiguo monumento del ser, llevados por las corrientes de un sinsentido que los moldea, hallándose en ninguna parte. Tal vez el sueño, las ganas de volar o huir de la dura realidad, los libere por un rato, a la espera de una redención que nunca sucederá. "Supe que mi tiempo había acabado. Que quizás lo agoté el día, cuarenta años atrás, en que sucumbí al horror y profané las leyes de la vida.

Igualmente supliqué. Incapaz de comprender mi destino, continúo suplicando" ("La agonía del ángel").

Personajes sin patria, sin terruño, en busca de una identidad que los defina, caen en la trampa de la única realidad que los envuelve como una niebla espesa: la del lenguaje. Este los confunde y los aísla, conformando un espacio ilusorio que se vuelve ininteligible para ellos, perdiendo el sentido de su realidad. Antonio Tello, con su...

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