Los eufemismos del Holocausto
La zona gris, la banalidad del mal, el deber de memoria: estas
expresiones son, ya desde hace décadas, inseparables de la
literatura de y sobre la Shoá. Fueron acuñadas por testigos
sobrevivientes del Holocausto de la talla de Primo Levi y Elie
Wieselo, en el caso de la banalidad del mal, por esa analista
política excepcional, Hannah Arendt, a quien no es exagerado
considerar una sobreviviente "en segundo grado", ya que de no
haberse marchado a tiempo de Europa no cabe duda que también habría
sido deportada a Auschwitz. Comparten, pues, una legitimidad de
origen, pero además esto otro: que sirven para designar sin
mencionarla una forma del horror tan extrema y, en última
instancia, tan incomprensible, que sólo parece posible evocarla
mediante eufemismos.
Ahora bien, la idea de que el exterminio de los judíos europeos
programado y ejecutado por el régimen nazi es una realidad que
supera el entendimiento ha devenido en el manejo impreciso y
elástico de términos y formulaciones que, por su condición de
metáforas eufemísticas, se prestan fácilmente a todas las
"banalizaciones". Hoy en día, cualquier teórico apresurado da en
llamar "zona gris" a situaciones de extralegalidad o indefinición
jurídica que no responden, sin embargo, a ningún proyecto genocida.
Por no decir nada de la pobre "banalidad del mal", tan trivializada
a su vez que puede servir para designar cualquier acto
administrativo rutinario. Ahí está, sin ir más lejos, el tan
admirado Giorgio Agamben, capaz de estirar cual plastilina la zona
gris de Levi para aplicarla al centro de detención de Guantánamo,
sin duda objetable en el marco del Derecho Internacional
Humanitario, pero que hay que ser o muy ciego o muy taimado para
considerar un equivalente actual de Auschwitz.
El precio de los eufemismos
Pero este es el inevitable precio a pagar, cuando el acercamiento a
la realidad se sirve de eufemismos. Que eso es lo que son, de
hecho, la zona gris, la banalidad del mal y el deber de memoria:
"manifestaciones suaves o decorosas de ideas cuya recta y franca
expresión sería dura y malsonante", para decirlo con la también
eufemística definición de la Real Academia Española. Eso sí, no
deja de ser una cruel ironía que el acercamiento a la Shoá se haya
tenido que valer de las mismas armas utilizadas por sus
perpetradores. Porque si algo caracterizó al régimen nazi, en el
campo de la propaganda y la represión de la opinión disidente, fue
su deliberado ofuscamiento y escamoteo de la realidad...
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