Eugenio Montejo: Terredad y crisis de integración

L eí por vez primera los cincuenta poemas de que consta Terredad de Eugenio Montejo, a comienzos de la década de los ochenta y desde ese momento pasó a ser uno de mis libros de cabecera. En otras palabras, se convirtió en uno de mis clásicos. Un clásico autor o libro es algo a lo que se llega una y otra vez sin temor a que su lectura decepcione. El miedo es que uno, como lector, no esté a la altura, es decir, que no logre valorarlo en su auténtica e irreductible entidad. De viejos, somos todos un Rey Lear, decía Brecht.En cuanto al neologismo te rredad, creado por Eugenio Montejo, derrama sus aguas bautismales sobre un par de significados de raigambre existencial, cuando menos: integración no a una nación, a una sociedad o a un credo sino a esa función de la existencia, entendida como ser-así. Eso por una parte, pero flota sobre el conjunto del texto, como si se tratara de un aura esclarecedora, el aidos, ese extraño vocablo griego que inicialmente fue la denominación de una deidad: la diosa de la condescendencia y la modestia. Luego, vino a significar algo más complejo que Eugenio Montejo debió tener muy en cuenta. Hablaré de ello más adelante.De momento, a lo que voy es a que, después de esta lectura que, como aquello del rayo que no cesa, seguí practicando, hubiera deseado haber podido preguntar al autor sobre algu nas claves en torno a esos poemas, tanto sobre el tono apriorístico de ese texto elemento esencial de su clasicismo como sobre esa manera de interiorizar, a través del árbol, del pá jaro, de la nube y de lo visible, en general, en un mundo que le resulta dado, pero que le sirve, al mismo tiempo, para escucharse a sí mismo.Uno suele hacerse una imagen ad usum Delphini de aquellos autores que lo han cautivado a los que no conoce personalmente. Yo me imaginaba a Montejo como alguien a quien convenía escuchar de cerca y ver de lejos, en razón de la importancia a la que tenía derecho, después de haber puesto a caminar por los bien poblados campos de la poesía venezolana aquel conjunto de poemas de Terredad, apreciados desde un principio en su verdadera dimensión.Sin dilaciones inútiles, desde luego. Sospechaba, además, en el autor de Terredad esa cuota de vanidad tan al gusto de escritores de éxito que viene a ser como ese toque de pi cante en el guiso clásico, o como dicen los ingleses, justo en el momento en que acababa de ponerse una última pluma en el sombrero.Doce años después, un buen día, Eugenio Montejo traspasó el umbral...

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