Fantasmas que visten de blanco

Real Esppor está por disputar el que, posiblemente, sea el partido más importante de su corta historia. El choque de esta tarde contra el Táchira será el más grande obstáculo existente entre los pupilos de Noel Sanvicente y el título del torneo Apertura. Esa ansiada corona que, sin haberlo repetido en demasía a los medios, era la apuesta de los blancos desde el momento en el que firmaron a Chita como entrenador. Pero el enfrentamiento contra los tachirenses comenzó a jugarse semanas antes. Desde el revés contra el Caracas en el Brígido Iriarte, los merengues no han logrado ganar ni un solo partido. Suman dos puntos de nueve posibles y vieron reducida su diferencia con el Táchira a tal medida que una derrota hipotecaría ese sueño campeonil. Razones hay varias: La falta de pegada del ataque blanco, el más efectivo de este torneo, pasó factura; las le siones y la corta plantilla a disposición de Sanvicente; las jóvenes estructuras de un equipo que dio unos primeros pasos firmes, pero primeros al fin. Todas válidas. Sin embargo, hay un mal mayor que en el seno del cuerpo técnico atacaron durante toda la semana: el factor psicológico. Al terminar el partido que empataron con Trujillanos hace una semana, los rostros de los jugadores y del mismo Sanvicente denotaban una infinita impotencia. Lucían desencajados. Hubo gritos de furia, directivos molestos, protestas contra el arbitraje y los medios de comunicación que, a juicio de algunos en la plantilla, no han denunciado con ve hemencia las fallas de los jueces. Evidencias claras de que algo no marchaba bien. De pronto, los presentes evidenciaron la primera fisura dentro de un equipo que lucía intratable. Era evidente que debían tener un punto débil. Llegó el momento en el...

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