Farías, más allá de las miserias

Alguna vez lo contamos. Estábamos en Cumaná, una feliz noche de di ciembre, cuando con nuestros brazos levantados hicimos un juramento. De Cumaná a Johannesburgo, dijimos a coro y en el colmo del entusiasmo, porque estábamos a pocos días de que César Farías se ocupara de la selección Vinotinto. Richard Páez acababa de dejar el cargo, y la mano de Farías tocaba el cielo, verdadera y metafóricamente, porque ese era el sueño que no pudo ser. Años después volvimos a brindar con él, aunque esta vez fue a la distancia: De Cumaná a Río de Janeiro, fue entonces la proclama, también disipada como el humo de las fábricas. A Farías nunca se le va a olvidar el juramento de aquella vez, porque ahí nació todo: su lucha, sus anhelos, su vislumbre de ver a Venezuela en un Mundial. Fueron cumbres y precipicios, Everest como ganarle a Argentina, y abismo insondables y profundos como las cuatro derrotas seguidas que le domesticaron el potro salvaje de la desmesura. Y entonces, en el naufragio de la selección, los días duros de pensamientos y reflexiones. Sabía que ir al exterior era la salida, la fragua de muchas cosas -con México como puerto de llegadaaunque no tanto como ver a Venezuela desembarcando del avión en a cidade maravilhosa ...¿Cómo evaluar a Farías? Cómo cuesta hacer un inventario de su quehacer sin tomar en cuenta, como una sombra inoportuna y traviesa, su personalidad, sus arranques y sus combates a cuerpo cerrado con perio distas y aficionados. Explotó tantas veces, en momentos inapropiados, y echó brumas sobre lo construido. Por eso hay quien no se lo perdona. Pero, viéndolo bien, Farías estuvo más allá de la gloria que del desastre definitivo. Antipático para la opinión pública, sí, para esa que nunca lo vio hacer bromas con los amigos, jugar bolas criollas en una noche de jolgorio, ni correr detrás de un balón en las partidas informales de futbolito. A...

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