Fascismo

No por ser fácil muletilla blandida como pueril insulto, deja de ser significativo el uso que de fascismo o fascista hacen los chavistas, desde la comodidad impune del poder, después de haber perdido las presidenciales en Venezuela y no haber tenido los arrestos de reconocerlo. Porque no cabe duda: ante la orgía de histéricas contradicciones -ahora te digo que sí recuento, mañana te digo que no voy contigo al baile; ahora que habrá auditoría, mañana que sólo me caso con el soporte informático-, es admisible suponer que los herederos de Chávez perdieron en las urnas, el pasado 14 de abril, tanto las elecciones como una legitimidad que, por otra parte, ellos solitos se han encargado durante años de abusar y dilapidar.Ahora que ha muerto el cau dillo innecesario, por otra parte, el bravo pueblo parece que ¡al fin! se siente dispuesto a no seguir abonando con su temerosa o táctica anuencia la farsa chavista de una revolución que pasará a los anales, si acaso, como el triunfo de una casta militar corrupta e inepta hasta la médula. Que supo, eso sí hay que reconocerle, aprovechar la descomposición de la otra casta venezolana, la política, para directamente poner sus patosas manos en el excremento del diablo, según la felicísima expresión de Juan Pablo Pérez Alfonzo.Ah, pero el fascismo... Tan previsibles son, que en cuanto se apagaron los focos de los medios internacionales y pasó, como agua sucia del Guaire, la pantomima de Unasur pidiendo con la boca chiquita el reconteo de votos, los Castroff y su esbirro Ramiro Valdés le encasquetaron a sus penosos títeres venezolanos el viejo guión de la represión castrista en Cuba...

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