Los favores del padrino

En su libro Las Américas y la civilización, el antro pólogo brasileño Darcy Ribeiro señalaba que la connivencia entre el corporativismo multinacional y las élites latinoamericanas apenas aseguraba lo que él llamaba modernidad refleja, reductos de civilización regidos por valores emanados de otra parte y por la ilusión de una calidad de vida volcada hacia el consumo. Quienes administran el poder en América Latina se saben en la cúpula aventajada de sus propias sociedades, justo allí donde se entienden las reglas y recompensas del mundo globalizado. El resto, y ellos lo saben, chapotea en el pantano o muerde el polvo. En el caso del narcotráfico, los principales empresarios están inspirados por una agresividad más vernácula y subterránea que pretende capitalizar los vicios propios pero, sobre todo, los ajenos. En el año 2008, por ejemplo, en los países del Cono Sur había cerca de 2,4 millones de consumidores de cocaína, mientras que Estados Unidos y Europa concentraban más de 10 millones. Esa demanda de narices alertas hace que el capo persista en los bajos fondos aliándose con campesinos subyugados, con grupos rebeldes revolucionarios opuestos al capitalismo yanqui o con políticos ávidos de pan y circo en nombre de la hermandad antiimperialista. Esta dialéctica emancipación/ opresión, simbolizada por el nar cotráfico, ha sido la historia de mi generación. Y en esa historia uno recuerda particularmente a Ronald Reagan, paladín puritano de una guerra contra los narcóticos que tuvo su predecesor en su colega y mentor republicano, Richard Nixon. Nixon decretó la primera guerra contra las drogas en 1971 y creó, en 1973, la DEA, agencia federal encargada de perseguir el tráfico ilegal de estupefacientes. Sin embargo, la demanda creció, sobre todo en su patio y en Europa, en tiempos en que la contracultura y la psicodelia etiquetaron como cool ponerse hasta las ñán garas para abrir las puertas de la percepción. La cultura pop reforzó la co nexión de Estados Unidos y del resto de Occidente con el eje de países que, con proverbial condescendencia, el economista francés...

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