Fernando Pessoa

Cuando me aproximo a la obra de Fernando Pessoa, elegir y descartar son ejercicios imposibles para mí. No sé si detenerme en las Odas preciosas y precisas de Ricardo Reis; en los fragmentos desesperanzados del Libro del desasosiego escrito por Bernardo Soares; en el delirio de los versos juveniles e ingleses de Alexander Search; en el vacío vivencial de Álvaro de Campos uno de los primeros versos que leí en Tabaquería rezaba algo así como hoy envidio al mendigo solo por no ser yo, y jamás lo olvidé; o acudir quizás a la poesía más ¿alegre? de Pessoa ortónimo, si el ánimo en que me hallo lo requiere. Pues este último asegura, en sus Diarios: El cínico no es más que un pesimista alegre.He de acotar que recientemente me hicieron un regalo indescriptible: un libro que recoge sus rimas infantiles.En Lo mejor del mundo son los niños, Pessoa arroja una confesión que no deberíamos tomar a la ligera: Grande es la poesía, la bondad y las danzas... / Pero lo mejor del mundo es la infancia. Me sucede algo curioso cuando leo estos poemas para niños; no sé si será una temeridad decir que, para mí, en ellos se asoma el pensamiento de otro de sus heterónimos, Alberto Caeiro: su inocencia, su limpieza verbal y existencial, esa facultad para ver la realidad directa, sin intermediario alguno, que pareciera estar concedida a los humanos solo hasta cierta edad: Las pompas de jabón que este niño / se entretiene en tirar de una pajita / son limpiamente toda una filosofía.Así, siento que me acerco un poco a la manera de deshacer filosofía que tiene Caeiro, por medio de la poesía infantil del propio Pessoa, quien no sabemos cuáles de sus infancias asomó a través de estos versos.En su Carta a Adolfo Casais Mon teiro sobre la génesis de los heterónimos, dice Pessoa ortónimo: Cuando hablo con sinceridad, no sé con qué sinceridad hablo. Soy diversamente otro respecto a un yo que no sé si existe. Y es que es muy fácil dejarse engañar por un poeta que siempre juega. Y no nos engañemos: el poeta fingidor juega, constantemente. Entiende que hacer literatura es jugar.Y la vida de Pessoa era hacer literatura. Afirma con contundecia: Todo lo demás en mi vida tiene para mí un interés secundario. Juega con sus...

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